Con el ancla tocando fondo, la vela arriada y la vista perdida en el infinito, me encuentro semitumbado plácidamente sobre la cubierta del barco. Arropado por la tranquilidad de la noche y observando un manto universal de refulgentes estrellas, faltan metros de manga y eslora para albergar todo el relax y la paz que se respira.

Solamente una suave brisa y un viento tenue rompen el silencio al rozar contra el palo de mesana; un sonido familiar que se me antoja un sutil canto de sirenas.

Mientras, un débil hilo musical surge del interior impregnando el ambiente con un cierto aire de nostalgia... Son temas de las décadas 70 y 80. Melodías que me transportan a tiempos pasados de pubertad y adolescencia con la precisión de un sextante.

Se cre un clima proclive a dejarse envolver, al abandono total, a sumergirse en la majestuosa calma del arrecife de coral multicolor que se extiende bajo la superficie. Un océano de íntimas sensaciones estrechamente ligadas a una música, que nunca quedará en el olvido porque es música consagrada. Algo supremo que ya forma parte de nuestras vidas, de nuestra idiosincrasia y de nuestro personal cuaderno de bitácora: Los Clásicos.

Danny

"Quiero dedicar este disco con todo mi cariño a la memoria de mi prima Noelia Blanco que nos dejó hace un año en plena juventud por dramáticas circunstancias del destino. Que las melodías de sus canciones te acompañen siempre por el camino eterno."